No se trata de una tecnología nueva ni compleja: la receta electrónica existe hace ya más de una década (al menos en Argentina). Aunque en sus versiones preliminares solo se ocupaba de reemplazar la escritura manuscrita de la prescripción, manteniendo tanto la firma a mano como la necesidad de imprimir una copia.

En este camino fue evolucionando lentamente. Hasta 2019 tuvo una adopción mínima y un uso marginal: muy pocos profesionales la utilizaban, faltaba una legislación específica y apenas había algunos casos en las aisladísimas consultas médicas por video.

En ese sentido, la pandemia de COVID-19 actuó como un acelerador sin precedentes. Las consultas médicas a distancias comenzaron a ser moneda frecuente y aparecieron numerosas opciones para permitir la compra de medicamentos. Desde imágenes digitales de recetas en papel hasta prórrogas en los vencimientos, pasando, por supuesto, por la receta electrónica.

Más que fotografiar recetas

La receta electrónica incorpora numerosos beneficios, que seguirán potenciándose en la medida en que reemplacen los sistemas anteriores. No solo la prescripción en papel, sino también formatos de emergencia nacidos en la pandemia, como la foto de una receta estándar enviada por WhatsApp.

En concreto, la receta electrónica habilita una trazabilidad de punta a punta, desde el momento en que se emite hasta el instante en que el remedio es retirado de la farmacia.

De esta manera se evitan fraudes, falsificaciones en las firmas de los profesionales, usos duplicados o errores involuntarios. Lo que permite una mejor gestión de costos por parte de las prestadoras de salud. Todo el circuito, además, puede auditarse a partir de los registros electrónicos que se generen.

Beneficios para todos

Combinada con tecnologías como la inteligencia artificial, las empresas del sector incluso podrán anticipar gastos o necesidad de disponibilidad de determinados fármacos.

Para los médicos, disminuye el riesgo de que su firma sea adulterada, pero también ofrece la oportunidad de llevar un control sencillo del cumplimiento de los tratamientos de los pacientes. En especial en el caso de los crónicos, a partir del cruce de información entre el momento de emisión de la receta y la solicitud de la siguiente.

El inicio del camino

Desde el punto de vista del usuario también aparecen algunas ventajas. Las más relevantes: ya no hace falta trasladar -y eventualmente perder- esos pequeños fragmentos de papel donde se anotaban las prescripciones. Ni lidiar con dependientes de farmacia que no comprenden la letra o encuentran algún error en la confección que les impide continuar con la operación.

Estamos en el inicio de la transición: Farmalink, compañía especializada en la administración y auditoría de la dispensación de medicamentos ambulatorios en las farmacias para obras sociales y prepagas, asegura que el ritmo de crecimiento pasada la crisis de 2020 continúa siendo sostenido y se ubica en el orden del 100% anual.

La receta electrónica es una demostración clara de cómo las nuevas tecnologías pueden proponer soluciones literalmente saludables. 

¿Cómo ves el crecimiento en la adopción de la receta electrónica? ¿Continúa su escala exponencial luego de la pandemia? Cuéntanos haciendo click aquí  y conoce más sobre nosotros en nuestras redes LinkedIn y Twitter.