Durante 2021, las búsquedas de la palabra “metaverso” en Google aumentaron un 7200% respecto del año anterior. 

La señal es clara. Todos están hablando de esto universo paralelo construido a fuerza de tecnologías innovadoras como realidad aumentada y virtual, inteligencia artificial, diseño 3D y blockchain, entre otras, para ofrecer a los usuarios nuevas formas de interactuar, entretenerse y, por supuesto, trabajar y hacer negocios.

En el metaverso podremos tener tanto nuestra identidad como nuestra propiedad digital. Se vive una interacción inmersiva potenciada por múltiples dispositivos como cascos, lentes, guantes y otros elementos hápticos que permitan una percepción sensorial nueva.

La palabra fue acuñada por Neil Stephenson en 1992 en su novela Snow Crash, que cuenta la historia de un repartidor de pizza en el mundo real que, a la vez, es un samurái en el virtual. La ciencia ficción, treinta años después, se transformó en una predicción.

¿Exageración o realidad?

Desde el punto de vista de los negocios, se abren nuevos escenarios para seducir a la proporción creciente de la sociedad compuesta por nativos digitales. Cuyos modelos de interacción y consumo “naturales” poseen características que hoy pueden considerarse propias del metaverso.

De hecho, muchas organizaciones ya anunciaron sus planes de sumarse al metaverso y muchas otras ya están lanzando productos y servicios específicos para avatares. Estos van desde ropa, carteras y accesorios hasta propiedades y terrenos.

Si bien los videojuegos ya utilizan desde hace un tiempo todos estos conceptos, algunos de los segmentos “tradicionales” pioneros en incurrir en estos ámbitos virtuales son el retail, las telecomunicaciones y los medios de comunicación.

El portal especializado en informes de mercado Statista estimó que el valor de la industria del metaverso para 2025 alcanzará los US$800.000 millones.

De la expectativa a la productividad

Como siempre ocurre con las tecnologías emergentes y disruptivas, hoy el metaverso se encuentra en lo que la consultora de mercado Gartner llama “pico de expectativas”. 

La curva se completa con otras dos instancias: el valle de desilusión y la meseta de la productividad. El primero es la instancia en que se reducen las inversiones a la espera de resultados concretos o de mejoras puntuales en la tecnología.  Y el segundo, cuando la tecnología ya está estable y madura.

Muchas empresas tienen voluntad de apostar por el valor futuro del metaverso, aunque aún los casos de uso tienden más a mostrar presencia e innovación que a transaccionar, generar nuevas experiencias o desarrollar nuevos modelos de negocio. 

Los pasos que faltan

Las empresas necesitan invertir tiempo y recursos para experimentar, aunque no hacerlo implica el riesgo de quedarse afuera de la próxima generación de negocios digitales.

El metaverso, en conclusión, tiene por delante aún numerosos desafíos y temas para resolver: desde cuestiones tecnológicas hasta aspectos legales y éticos. La protección de los datos, la sucesión de los criptoactivos en caso de fallecimiento, la continuidad de un avatar si pierde la vida en el terreno virtual…

Son muchas preguntas que solo se irán develando en la medida en que pase el tiempo, crezca la adopción y la tecnología madure. Sin embargo, existe una certeza: en este nuevo universo virtual, las oportunidades se ven muy reales.

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