Apenas una persona abre los ojos, se encuentra con que el mismo dispositivo que hizo sonar la alarma segundos antes le entrega algunos consejos de salud inmediatos. También le recuerda su cita médica y que no olvide tomar el remedio a la hora adecuada. Se trata de funciones que cualquier teléfono inteligente o asistente virtual puede hacer en la actualidad.

Pero también puede realizar otras más complejas. Sugerir cambios en las costumbres para evitar problemas inminentes, a partir de haber detectado con sus sensores un aumento en la temperatura, una mayor sudoración o algún problema en el habla. Y por qué no, recomendaciones obtenidas del centro de salud local y establecidas a partir de un análisis de big data, como por ejemplo, el avance de una enfermedad en la ciudad.

Incluso puede avanzar con medidas preventivas si se detectó algún mal hábito o un comportamiento atípico: dormir más horas, cambiar la alimentación de ese día, hacer más ejercicio.

Salud preventiva y personalizada

El futuro de la salud ya está comenzando a escribirse. Para empezar, una mayor interoperabilidad entre los diferentes actores permitirá una mejor experiencia del paciente. Se trataría de una historia clínica única y sería compartida por todas las partes, incluyendo médicos, hospitales, farmacias y empresas de la industria.

Pero, además, la irrupción de tecnologías como big data e inteligencia artificial (IA) en el sector permitirá avanzar sobre modelos de medicina preventiva y también personalizada. A partir del análisis de datos individuales, de poblaciones, ambientales e institucionales en tiempo real, cada paciente recibirá un diagnóstico y un tratamiento adaptado 100%  a sus características, sus necesidades y su genética.

Esto provocará un círculo virtuoso. Mayor eficiencia en el uso de recursos para los centros de salud, mejor atención para los pacientes y menos pacientes circulando por el sistema.

Que la seguridad esté sana

Este panorama optimista debe considerar un aspecto clave: el de la ciberseguridad. Todos los beneficios mencionados surgen del hecho de que datos privados sobre la salud de las personas están circulando por redes, entre sistemas y dispositivos. Y, por lo tanto, son vulnerables a ataques.

Ya la consultora Gartner advertía en 2020 que la privacidad y la seguridad se consideran los principales obstáculos para la adopción de IA y otras tecnologías avanzadas. La misma consultora sostiene que para 2023, el 75 % de las organizaciones reestructurará la gobernanza de riesgos y seguridad para abordar la adopción generalizada de tecnologías avanzadas.

El sector salud no puede escapar a esta lógica. Por eso, cualquier proyecto debe apuntalarse sobre tres pilares: seguridad de la información, privacidad de los datos y compromiso ético. 

Sin receta, pero con mejores prácticas

No existe una receta única para garantizar todo lo anterior, pero sí mejores prácticas que ya deben ponerse en funcionamiento. Comenzando por sistemas de gestión de identidad digital que provean un acceso seguro de las personas autorizadas a los datos correctos. Siguiendo con un manejo de ecosistema que promueva la colaboración y finalizando con el análisis de riesgos y amenazas a lo largo de toda la cadena.

La privacidad de los datos es otro de los grandes desafíos. Por el gran volumen que representan, por la multiplicidad de organismos que podrían manipularlos y porque es una de las grandes barreras que está encontrando el sistema para avanzar sobre la transformación digital: la falta de confianza.

Por último, todas las estrategias de seguridad que se desarrollen no pueden afectar la facilidad de uso de las aplicaciones.

La industria de la salud está avanzando hacia su propio futuro. Y en materia de ciberseguridad, cabe una máxima histórica que se aplicaba, precisamente, al cuidado del cuerpo: más vale prevenir que lamentar.

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