Vivimos en un contexto de cambios y urgencias, en el que “agilidad”, “resiliencia” y “aceleración” se convirtieron en palabras cotidianas en el universo empresario. Además, las prioridades se volvieron confusas y vertiginosas. Por eso la consultoría necesita reimaginarse y adaptarse para seguir brindando valor agregado en esta nueva realidad.
En efecto, hoy la consultoría necesita ser más flexible y empática. La escucha activa de los requerimientos del cliente es fundamental para poder acompañarlos en sus proyectos de transformación. También resulta clave para dar respuesta a las necesidades y anticipar las tendencias que pudieran resultar claves para el negocio.
Relación consultor-cliente
El signo de los tiempos modificó también la relación entre el consultor y el cliente. Hasta hace apenas dos años, era impensable que pudiera comenzarse un proyecto de consultoría a la distancia. La consolidación del trabajo remoto en todas las industrias más las extensas restricciones a la movilidad relacionadas en su momento con el COVID-19 hicieron que hoy sea una realidad tangible.
Otra tendencia es el posicionamiento de la agilidad como mindset, como forma de pensar en las organizaciones, más allá de la tecnología o de las herramientas utilizadas. Esto implica poner el foco en las personas -equipos y clientes-, entregar valor y autonomía, e incorporar el error como parte del proceso y del camino de aprendizaje.
Los cambios en la consultoría
Una de las novedades de la pandemia, que deja como saldo un salto cultural importante, es el gran aprovechamiento que se logró de la tecnología existente para resolver necesidades para las cuales no habían sido pensadas. Este período también contribuyó a derribar barreras a la hora de abrazar el cambio y encarar proyectos nuevos o postergados.
Pero el cambio más disruptivo es tal vez que la demanda de servicios de consultoría excede el área de IT. Hoy los requerimientos llegan desde recursos humanos, marketing, operaciones y líneas de negocio, lo que implica que quizás los proyectos son de una duración más breve con un mayor valor agregado.
Estos cambios forman parte de las adaptaciones que las empresas debieron hacer a partir de la pandemia. Ya no hay tiempo para adquirir e implementar tecnología y luego trabajar en la capacitación y adopción. Por eso, técnicas como design thinking para la creación de MVP (producto mínimo viable) o PoC (prueba de concepto) son muy bien recibidas.
De asesor a resolutivo
En resumen, el mercado de la consultoría evolucionó de un modelo “asesor” a uno “resolutivo”. Además, no se puede hablar de consultoría si no se incluye gestión del cambio, soporte funcional y gobierno del proyecto, esenciales para resolver asuntos de operaciones y optimización de procesos de un cliente que quiere hacerlo con agilidad y resultados demostrables.
En una época en que tecnología y negocios son dos conceptos indisolubles, la consultoría resolutiva es la llave para alcanzar una verdadera transformación.
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Artículo realizado con colaboración de María Laura López Bressa, Gerente de Gestión y Consultoría de Practia.