Existen diferentes maneras de celebrar los grandes acontecimientos como la nueva edición de la “Semana de la Agilidad”. Ésta conmemora el encuentro inicial celebrado en Snowbird, Utah (Estados Unidos), el 12 de febrero de 2001. Allí, los “métodos ágiles” alcanzaron una especie de consenso y fueron presentados en sociedad bajo la forma del Manifesto for Agile Software Development. Este evento anual es una buena oportunidad para separar la paja del trigo y destacar algunas confusiones y mitos frecuentes alrededor del concepto de agilidad.

En tiempos tan cambiantes y vertiginosos, la sola existencia de la palabra “agilidad” estimula en muchos líderes el espejismo de que basta con desearlo para que realmente suceda. Pero la incorporación de la agilidad en la empresa es un trabajo que implica esfuerzos.

Un salto cultural

El primer gran mito es que muchas veces se cree que utilizar metodologías ágiles es sinónimo de ser ágil. La realidad es que estas herramientas constituyen apenas marcos de trabajo. Su aplicación no dará ningún resultado si no existe un compromiso previo y un cambio de mindset.

Del mismo modo, no alcanza solo con completar certificaciones o capacitar a todo el personal. Es clave que el liderazgo impulse un cambio hacia una cultura ágil que se palpe en todas las actividades de la organización.

De la fe a los resultados

Otro de los mitos de la agilidad es que es una solución mágica. Algunos de los principios que propone la agilidad, como ser permeables al error, equivocarse rápido para aprender más rápidamente y entregar valor de manera veloz y continua a partir de pasos breves llevan a esta confusión.

Lo mismo ocurre con los beneficios prometidos. Soluciones tecnológicas de mayor calidad y más ajustadas a las necesidades y la experiencia de los usuarios (de hecho, se van corrigiendo de manera dinámica en cada nuevo sprint), mayor time-to-market entre que surge la idea y se la puede poner en práctica, y un mejor cumplimiento de los tiempos y los presupuestos.

El solo uso de un framework no resolverá de inmediato cualquier problema que pueda surgir en el equipo, con los productos o con la empresa en general. De nuevo, el salto cultural y la creación de un contexto adecuado para el despliegue de la agilidad es lo que llevará a los resultados adecuados.

Una arquitectura de lo ágil

Del mismo modo que es necesario un cambio cultural, la empresa también necesita incorporar una infraestructura tecnológica ágil que acompañe los proyectos.

Si se cuenta con un equipo de desarrolladores, líderes y especialistas en metodologías ágiles, que cumplen con todos los rituales, pero no se les provee herramientas técnicas alineadas, lo más probable es que logren agilizar únicamente las actividades “humanas” del proceso de desarrollo.

En la Semana de la Agilidad decidimos reforzar el mensaje: no hay que ir detrás de la agilidad por urgencia, moda o visión mágica de las cosas. Es necesario construir una estrategia real que contemple las herramientas, las personas -incluyendo los liderazgos-, las tecnologías subyacentes y el cambio cultural. De esta manera se lograrán resultados sean tangibles y verdaderos.

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