La prueba de software no se termina con el testeo de todas sus funcionalidades. De hecho, es un valor diferencial cada vez más apreciado el concepto de “testing no funcional”. Es decir, cuando se verifican todos aquellos requisitos que están relacionados con la operación del producto.

Contrariamente a lo que se cree, estos testeos son clave para determinar el desempeño de las aplicaciones. Asegurar el buen funcionamiento en cualquier tipo de condición, predecir fallas y garantizar el control de calidad también son otras de sus funciones.

Entre los objetivos de estas pruebas se cuentan la detección de problemas de rendimiento en entornos de producción y los riesgos que podría correr el producto.

Infraestructura y carga

Existen diferentes tipos de pruebas no funcionales, por ejemplo, las pruebas de infraestructura. Éstas se ocupan de identificar si el software es escalable o si tiene una buena comunicación con el servidor. Además, si no genera cuellos de botella cuando se comunica con una base de datos.

Las de rendimiento miden el nivel de respuesta ante números diferentes de peticiones. Por otro lado, las de carga son esenciales para garantizar que la aplicación siga funcionando de acuerdo a lo esperado. Aún en períodos de demanda muy exigente o más adelante en el tiempo, cuando haya crecido de manera significativa el número de usuarios.

Un tipo particular de prueba de carga es la prueba de estrés. Cuando se eleva el testeo con valores por encima de los parámetros esperados para encontrar los límites de uso seguro y detectar los puntos de ruptura de la aplicación.

Las pruebas de escalabilidad, por su parte, muestran qué tan preparado está el software para soportar un crecimiento continuo en la carga de trabajo.

Volumen, usabilidad y accesibilidad

En otro sentido, la prueba de volumen se ocupa de chequear el funcionamiento de la aplicación cuando es sometida a un volumen importante de datos para analizar o cuando necesita, por caso, cargar un archivo de gran tamaño.

Desde el punto de vista del usuario, las pruebas de UX/UI validan qué tan fácil y amigable es utilizar el software y también cómo se comporta ante reacciones completamente atípicas por parte del usuario.

En ese sentido, las pruebas de accesibilidad garantizan que el producto pueda ser utilizado por un grupo amplio de personas, incluyendo aquellas con algún tipo de problema visual, auditivo, cognitivo o motriz.

Seguridad y tranquilidad

Las estrategias de hacking ético y la búsqueda de vulnerabilidades dan lugar a lo que se conoce como “pruebas de seguridad”: verifican que el sistema esté protegido contra ataques externos.

El valor agregado de las pruebas no funcionales está al alcance de la mano. Mejor experiencia general del usuario, mayor rentabilidad en aplicaciones que generan ingresos en línea (gracias al mejor desempeño) o un menor número de caídas del software.

Muchas veces se piensa que los testeos funcionales son el final del recorrido para conseguir un software robusto y de buena calidad. El testing no funcional contradice esta noción y se consolida como el complemento perfecto para garantizar aplicaciones ideales para la vida digital.

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