La agilidad es, ante todo, un cambio cultural. Exige flexibilidad, transparencia, equipos motivados a autogestionarse, la habilidad de entender los “para qué” y la voluntad para entregar valor continuamente, entre otros atributos. En principio, la tendencia fue adoptarla parcialmente: en determinadas áreas o para un equipo en particular. Pero los resultados no se hicieron esperar y eso motivó a que cada vez más organizaciones piensan en el concepto de agilidad a escala, es decir, a ampliar su adopción a más sectores hasta abarcar a toda la organización. Para alcanzar esta transformación, es necesario trabajar en dos aspectos importantes que desarrollaremos en esta nota.
El factor cultural
El objetivo principal de la agilidad es que la organización pueda adaptarse a los cambios y responder de manera rápida a los requerimientos de los clientes internos o externos, aprovechando el talento disponible. La agilidad a escala lleva al concepto a un plano estratégico y no solo operativo, como prevaleció en los últimos años.
El primer aspecto que se debe trabajar para que la agilidad abarque a todos es la cultura organizacional. Debe existir un convencimiento de por qué se está transitando este camino y un cambio en los liderazgos para dar lugar a estos nuevos modelos. El sponsorship de la alta dirección también es clave para permitir que todo fluya más rápido.
El segundo aspecto son los frameworks o marcos de trabajo. Estos no constituyen la solución a las necesidades de las empresas, pero sí marcan el camino por el cual moverse para alcanzar los objetivos esperados. En Practia somos conscientes de que cada empresa es única y por lo tanto no puede existir una única receta que aplique a todas. Por eso, incorporamos los diferentes frameworks, para tener un kit de herramientas más amplio que nos aproxime a la solución apropiada para cada caso.
Buscando el framework más apropiado
Más que imponer un framework, en Practia apuntamos a combinarlos de acuerdo con la cultura organizacional. SAFe (Scaled Agile Framework), LeSS (Large Scaled Scrum) o DAD (Discipline Agile Delivery) son algunos de los marcos con los que trabajamos. A esta lista se suma el que es tal vez el más conocido del momento, el modelo Spotify.
Todos van más allá del Scrum puro y nos permiten llegar, además de las áreas operativas, a los mandos medios y a los directores. Son cajas de herramientas: tal vez sea necesario tomar solo algunas de cada una de ellas o, incluso y a medida que avanza la madurez en la organización, cambiar de herramienta. Un verdadero rompecabezas.
La buena noticia es que la experiencia acumulada por las organizaciones en agilidad operativa o con equipos específicos puede capitalizarse en esta estrategia de escalamiento. Una gran lección del 2020 fue que es imprescindible que estemos preparados para adaptarnos a cualquier cambio, por grande o vertiginoso que sea.
En ese sentido, la agilidad a escala es una aliada fundamental para capitalizar las oportunidades en estos tiempos de incertidumbre. ¿Está tu organización planeando escalar la agilidad? Compartinos tus experiencias en Linkedin y Twitter.