En los últimos años apareció un nuevo modelo de ataque informático: «El Ransomware», que se trata de un código malicioso (malware) cuyo objetivo es «secuestrar» los archivos de la víctima y pedir un rescate para su «liberación», el cual naturalmente se solicita en Bitcoins para dificultar el rastreo financiero del perpetrador.
El día 12 de Mayo de 2017, la empresa rusa de seguridad informática Kaspersky estimó en más de 45.000 los ciberataques perpetrados por el virus del tipo ransomware, que ha golpeado a infraestructuras de 74 países.
El permanente perfeccionamiento de este tipo de ataques se combina con una tendencia de las corporaciones a priorizar aspectos de inter-conectividad en detrimento de aspectos de protección de activos de información y, como resultado, consiguen vulnerar la infraestructura tecnológica de aquellas que no se encuentran preparadas para contener este tipo de amenazas.
Para evitar los efectos indeseables de este tipo de ataques (que pueden llegar a inutilizar todo su repositorio de información) o al menos mitigar su impacto, es necesario incluirlo en el mapa de riesgos de la organización y considerar mecanismos de contención apropiados dentro del plan de continuidad de negocios.