Muchas veces se reduce el concepto de “usabilidad” al hecho de que un producto de software cumpla con su utilidad funcional. Su definición formal indica que se trata de “la facilidad con la que una persona puede hacer uso de una determinada herramienta”. 

Sin embargo, eso es apenas el principio: el aspecto clave está dado por la medida en que un usuario puede en simultáneo alcanzar sus objetivos y tener una buena experiencia.

Si bien se dice que la historia de la usabilidad llega hasta Leonardo Da Vinci, considerado el pionero en este terreno por la forma en que sus inventos buscaban simplificar el día a día de sus contemporáneos, la palabra ganó protagonismo en los últimos años, ya que se la asocia de manera directa con las aplicaciones digitales y las nuevas tecnologías.

Con día propio

La importancia de la usabilidad en la vida digital es absoluta. Por eso, hace ya 17 años que el segundo jueves de noviembre se celebra el Día Mundial de la Usabilidad: una celebración instaurada en 2005 no solo para incentivar el acceso fácil y amigable a productos y servicios, sino también para generar conciencia sobre diversas temáticas puntuales. 

A lo largo del tiempo, la jornada estuvo dedicada a la accesibilidad, la inclusión, la sostenibilidad, la educación o la posibilidad de hacer la vida más fácil, por citar algunas. Es que el propósito de la usabilidad abarca precisamente todos esos aspectos.

La usabilidad no puede disociarse de la UX (siglas en inglés por user experience, o experiencia del usuario). En estos tiempos resulta inconcebible la construcción de un producto de software que no ponga al usuario en el centro: sus necesidades, sus gustos, sus comportamientos, sus restricciones.

Dos conceptos inseparables

La combinación de UX y usabilidad da lugar a herramientas efectivas, eficientes y satisfactorias, lo que incrementa la productividad, disminuye los costos de desarrollo y aumenta los niveles de adopción por parte de los usuarios. 

Estas soluciones por un lado permiten a los usuarios alcanzar los objetivos especificados con precisión y plenitud.

Desde el punto de vista de la eficiencia, se busca el equilibrio entre los resultados obtenidos y los recursos empleados: abarca cuestiones como facilidad de aprendizaje, la tasa de errores del sistema (que debe tender a cero) y el hecho de que el sistema sea fácil de recordar, lo que implica que cada vez que el usuario vuelve a utilizar la aplicación no necesita volver a “aprenderla”. Y, por supuesto, la cantidad de pasos que tiene que llevar a cabo para cumplir con una actividad concreta. 

Por último, desde el lado de la satisfacción aparecen la comodidad, el atractivo visual y todos los elementos que conviertan el uso de la solución en una experiencia positiva y agradable para el usuario.

La ecuación es rotunda: más usable es una herramienta, mayores niveles de adopción y mejores resultados entregará.

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